Perder peso nunca ha sido una tarea fácil sobre todo porque, en realidad, requiere de un cambio en nuestros hábitos y estilo de vida y eso es lo que más nos cuesta. Pero tampoco se ha encontrado la píldora tan deseada para curar esta enfermedad que es la obesidad porque, en realidad, la regulación del peso corporal y de los niveles de grasa en el organismo son mucho más complejos de lo que nos pensamos.


¿Fármacos para bajar peso?
Perder o mantener el peso corporal no es fácil para muchas personas. Nuestro modo de vida favorece la obesidad y nadie nos ha enseñado por qué nos gusta lo que menos nos conviene, lo más calórico, dulce o graso y cómo adoptar hábitos alimentarios saludables sin que eso suponga renunciar al placer de comer. Las dietas no funcionan porque ponen a la persona en un contexto de restricción y de limitación que acaba por cansar. Nuestros instintos aún están adaptados a épocas muy lejanas en las que la escasez de alimentos hacía que tener apetencia por lo más calórico nos hacía sobrevivir, pero ahora que tenemos una tan elevada disponibilidad de alimentos, esto nos hace engordar, enfermar y morir. En la actualidad, vivimos en un ambiente antinatural y mantener el peso en valores adecuados requiere reaprender a comer para hacerlo saludablemente. La buena noticia es que podemos reeducar nuestros sentidos para disfrutar de alimentos y de platos ligeros y deliciosos. El problema es que esto requiere un poquito de dedicación y tiempo, además de una buena valoración individual de porqué nos puede estar costando mantener nuestro peso, porqué podemos estar teniendo una mala relación con la comida y porqué nuestro metabolismo parece que esté dormido y nuestro apetito más despierto que cualquier otra parte de nosotros.
Y en este contexto, los medios de comunicación se están haciendo eco de las bondades de algunos fármacos para perder peso que parece que han encontrado la solución a lo imposible puesto que ayudan a aumentar la saciedad y consiguen reducciones del peso del 20% o más. Se trata de unos inyectables que, con su administración, el adelgazamiento está presuntamente garantizado, pero ¿a qué precio?
Liraglutida
Con diferentes nombres comerciales como Victoza o Saxenda, la liraglutida ya hace un tiempo, en el año 2009, tuvo su primera autorización con la indicación del tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2 no controlada adecuadamente por otros medios. En 2015 apareció la primera autorización de este fármaco para el tratamiento de la obesidad (medida como índice de masa corporal igual o mayor a 30) y del sobrepeso de grado II (índice de masa corporal igual o mayor de 27) cuando va asociado a otros problemas de salud como la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión, las dislipemias (hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia) o las apneas del sueño. Es esta última indicación la que está causando revuelo en los medios de comunicación y en redes sociales pues su uso no está exento de riesgos y de malas estrategias terapéuticas contra el exceso de peso. Está autorizado para adultos, pero también para adolescentes, siempre que tengan por lo menos 12 años y pesen más de 60kg.
La prescripción debería estar muy limitada a algunos casos en los que realmente pueda ser de ayuda pues su uso no está exento de riesgos
Según su ficha técnica, la liraglutida es un regulador fisiológico del apetito y de la ingesta de alimentos, pero el mecanismo de acción exacto no está completamente claro. En estudios llevados a cabo con animales, la administración de liraglutida supuso la absorción en regiones específicas del cerebro implicadas en la regulación del apetito. Los tratamientos que se plantean con este fármaco son largos a dosis inicial de 0,6 mg una vez al día. Esta dosis se debe aumentar hasta 3,0 mg una vez al día en incrementos de 0,6 mg en intervalos de al menos una semana para que mejore la tolerancia gastrointestinal. Si el paciente no tolera un aumento de la dosis durante dos semanas consecutivas, se debe considerar interrumpir el tratamiento. No se recomiendan dosis diarias superiores a 3,0 mg. Se administra por vía subcutánea, en el abdomen, en el muslo o en la parte superior del brazo, una vez al día en cualquier momento del día, procurando que siempre sea a la misma hora y con independencia de las comidas.
La prescripción debería estar muy limitada a algunos casos en los que realmente pueda ser de ayuda pues su uso no está exento de riesgos. No se debe utilizar en muchos tipos de pacientes puesto que se desconoce su seguridad y eficacia, por ejemplo, en personas:
- a partir de los 75 años;
- tratados con otros productos para controlar el peso;
- con obesidad debida a trastornos endocrinos o alimenticios (por ejemplo, la bulimia) o al tratamiento con medicamentos que pueden provocar aumento de peso (por ejemplo, los corticoides);
- con insuficiencia renal o hepática grave;
- con algunas enfermedades cardiovasculares;
- con enfermedades inflamatorias intestinales.


Los efectos adversos más frecuentes de la liraglutida son dolor de cabeza, náuseas, vómitos, diarrea, estreñimiento, hipoglucemia, sequedad de boca, dispepsia, gastritis, reflujo gastroesofágico, dolor abdominal, flatulencia, eructos y distensión abdominal. Pero, además, se debe informar a los pacientes que la liraglutida podría:
- provocar pancreatitis aguda que obliga a dejar el tratamiento;
- producir piedras y obstrucción de las vías biliares que pueden requerir hospitalización y cirugía para eliminar la vesícula biliar;
- provocar alteraciones de la tiroides como el bocio, por lo que debe usarse con precaución si hay enfermedad tiroidea previa;
- aumentar la frecuencia cardíaca (palpitaciones o sensación de aceleración del pulso en reposo), con lo que ésta debe controlarse y se debe interrumpir el tratamiento si sucede;
- generar un riesgo potencial de deshidratación relacionado con los efectos adversos gastrointestinales;
- interaccionar con otros fármacos, por lo que su uso debe ser tenido en cuenta por si hay incompatibilidades.
Estos inyectables pueden ayudar a algunas personas, pero siempre debe ir acompañado de todo un proceso de cambio de hábitos
Tirzepatida
Es un nuevo medicamento que ya ha sido aprobado en Estados Unidos para tratar la diabetes tipo 2 y que también puede conseguir una reducción de peso superior al 20% en la mayoría de los pacientes. Podría convertirse en otra nueva herramienta para tratar la obesidad, aunque de momento se desconoce cuándo recibirá la aprobación de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y, por tanto, cuándo se comercializará en España. Parece que quizás esto podría suceder a principios de 2023 y que su indicación sería el tratamiento de la diabetes acompañada de obesidad.
En cualquier caso, el uso de estos fármacos para la indicación de adelgazar se plantea en combinación con una dieta baja en calorías y un aumento de la actividad física, pero ¿sucede esto así en la realidad? No todos los pacientes que reciben esta prescripción tienen un tratamiento multidisciplinar en el que se les ayude de forma individualizada a comer saludable y ligero, a hacer actividad física, a tener buenos hábitos de sueño y horarios lo más regulares posible. La realidad es que apenas ninguno, de no ser que el propio paciente lo busque expresamente. Y es que hay mucho por hacer cuando hablamos de pérdida de peso, mucho más allá que inyectarse una sustancia que mejore temporalmente nuestra saciedad o nuestro metabolismo y nos ayude a adelgazar. Lo que primero ayuda en ese sentido es aprender a comer saludable y a tener un estilo de vida saludable y físicamente activo y eso no lo consigue un fármaco. Estos inyectables pueden ayudar a algunas personas, pero siempre debe ir acompañado de todo un proceso de cambio de hábitos pues, de no ser así, ¿qué sucederá cuando se deje de administrar el fármaco? La respuesta todos la sabemos.
Autora: Dra. Laura I. Arranz, Farmacéutica y Dietista- Nutricionista
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