Los tics son contracciones rápidas e involuntarias de un músculo o un grupo de músculos. Cuando esta contracción ocurre, lo que vemos desde fuera es un movimiento en una parte del cuerpo, que la persona no puede controlar. Dependiendo del músculo que se afecte, los tics pueden ser motores o vocales. Por ejemplo, un tic motor puede consistir en un parpadeo repetitivo, o chasquear los dedos, o sacudir la cabeza, o levantar los hombros, o poner los ojos en blanco o hacer alguna otra mueca. La persona que tiene tics vocales generalmente repite un sonido (tos, carraspeo, gruñido, sonidos que imitan al lenguaje de los animales…), una palabra o incluso una frase.


¿Pueden ocurrir en los niños?
Sí, de hecho, los tics suelen empezar en la infancia, alrededor de los 5 años de edad y son más frecuentes en esta etapa que en la edad adulta. Hasta uno de cada cinco niños y niñas puede sufrir tics en algún momento de su infancia o adolescencia, aunque este problema afecta más a los varones que a las niñas. Si vamos a un colegio cualquiera, aproximadamente un niño o niña de cada 100 estudiantes en un momento dado estarán experimentando tics.
Generalmente los tics duran unas semanas o meses, aunque no es raro que aparezcan y desaparezcan por temporadas a lo largo de los años. En muchos casos suelen empeorar en los años previos a la pubertad y mejorar tras la adolescencia. Cuando los tics duran ininterrumpidamente más de un año se considera que el niño o adolescente padece un síndrome de Tourette.
¿Por qué se producen los tics?
No se conoce la causa. Como los tics ocurren más frecuentemente en unas familias que en otras, se cree que hay un componente genético que predispone a padecer tics. Los tics no son causados por factores externos, pero algunas situaciones pueden desencadenarlos con más frecuencia, como el estrés, el cansancio o la falta de sueño. Algunas drogas como la cocaína y las anfetaminas también desencadenan tics en personas predispuestas.
Los tics no son causados por factores externos, pero algunas situaciones pueden desencadenarlos con más frecuencia, como el estrés, el cansancio o la falta de sueño
¿Qué hago si mi hijo o mi hija presenta tics?
Los tics son muy frecuentes durante el desarrollo normal de niñas y niños. Los tics que duran poco tiempo, que no son muy frecuentes y que no interfieren con las actividades cotidianas del niño o la niña y no le producen incomodidad con sus amigos o compañeros, no necesitan tratamiento. En estos casos lo mejor es no hacer nada.
Recuerda que los tics son involuntarios e incontrolables, pero que empeoran con el estrés. Por tanto, regañar a tu hijo o hija o simplemente advertirle que está teniendo un tic, solo sirve para empeorar las cosas. Los tics no son provocados por tu hijo para molestarte ni para llamar la atención, y los que los padecen son los primeros y más afectados.
Por el contrario, trata de restarle importancia, transmite a tu hijo o hija confianza y explícale que es un fenómeno normal y que desaparecerá solo. Intenta evitar las situaciones que hayas visto que aumentan los tics, como el estrés, el cansancio o el hambre. Si los tics se prolongan o interfieren con el bienestar psicosocial de tu hijo, consulta con tu pediatra.
Tratamiento de los tics
Los tics leves y ocasionales no necesitan tratamiento. Es útil observar cuándo ocurren y en lo posible, evitar estas situaciones. En algunos casos se producen cuando el niño o la niña están experimentando estrés, cansancio o aburrimiento.
Si los tics se producen como respuesta a situaciones estresantes, un psicólogo/a infantil puede ayudar a tu hijo a identificar estas situaciones y a manejarlas de otra forma. Por supuesto, también hay que considerar en estos casos si la situación estresante se puede resolver. Demasiados niños y adolescentes sufren acoso escolar y otras situaciones a las que, por su madurez, no deberían tener que enfrentarse. La aparición de tics puede ser un signo de ansiedad, depresión o estrés que es importante investigar más a fondo.


Si has notado que el desencadenante es el cansancio o el hambre, ayuda a tu hija o hijo a reconocer cuando empiezan a estar cansados y cuando deben parar y descansar; y a tener algún tentempié a mano para cuando surja el hambre. Si los tics son frecuentes y ocurren en el colegio, es útil hablar con profesores y compañeros, explicar lo que ocurre y enseñarles a reaccionar de forma apropiada para que puedan ayudar a apoyar al niño o niña con tics. Los tics pueden convertirse en una excusa para acosar a un compañero de clase y esto hay que prevenirlo.
Cuando los tics son más complejos, o empiezan a afectar a la calidad de vida, vale la pena buscar un tratamiento. En la mayoría de los casos se puede empezar por técnicas de psicoterapia específicas para este problema. Por ejemplo, el terapeuta puede ayudar a tu hija o a tu hijo a reconocer cuando va a producirse un tic (muchas personas cuentan que sienten un impulso premonitorio unos segundos antes de que el tic se desencadene) y la sensación que lo acompaña, y puede enseñarle a desarrollar una respuesta diferente que “bloquee” la aparición del tic. Aunque los tics son involuntarios e incontrolables, con entrenamiento sí se puede aprender a suprimirlos. En niños y niñas más mayores, estas técnicas se pueden combinar con ejercicios de respiración consciente y de atención plena (mindfulness). Los tics más graves pueden requerir medicamentos. Estos medicamentos tienen efectos secundarios importantes y solo deben usarse bajo el control de un neurólogo.
La aparición de tics puede ser un signo de ansiedad, depresión o estrés que es importante investigar más a fondo
Síndrome de Tourette
El síndrome de Tourette es un poco diferente de los tics que experimentan muchos niños y niñas sanos durante el crecimiento. Se diagnostica cuando el niño o adolescente (es 3-4 veces más frecuente en varones), experimenta varios tics motores y al menos un tic vocal durante al menos un año. Aparece en menores de 18 años, aunque puede persistir en la vida adulta. El síndrome de Tourette parece ser debido a una alteración en el desarrollo cerebral y ocurre con más frecuencia en niños y adolescentes con problemas en el neurodesarrollo como el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH), el autismo, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), dificultades de aprendizaje o problemas emocionales como la depresión o la ansiedad.
Uno de los tics más molestos que ocurren en este trastorno se llama coprolalia y consiste en decir tacos o palabras obscenas, despectivas o inapropiadas. Afortunadamente, solo una de cada diez personas con síndrome de Tourette padece coprolalia, ya que es un síntoma que produce mucho malestar y vergüenza en contextos sociales. Como con el resto de los tics, la coprolalia no se puede controlar, aunque con entrenamiento psicológico, muchos afectados consiguen suprimir o disimular las manifestaciones más embarazosas. Si entras en contacto con una persona a la que no conoces y le escuchas decir obscenidades, comentarios racistas o similares, de forma impulsiva, antes de juzgarla pregúntale directamente, a ella o a un amigo o familiar, si padece síndrome de Tourette y si es así, ofrécele comprensión y apoyo.
Otro tic característico del síndrome de Tourette es la ecolalia: en este caso la persona afectada repite lo que oye decir a otros. Menos frecuente, pero también típico de este trastorno, es la imitación involuntaria de los movimientos que hacen otras personas. Los niños y adolescentes con síndrome de Tourette deben ser evaluados por un neuropediatra. Aunque el diagnóstico se suele hacer con facilidad, en algunos casos el médico puede solicitar algunas pruebas como análisis de sangre o resonancia del cerebro para asegurarse de que no haya ningún otro problema que imite a este trastorno y que se debería manejar de otra forma. El tratamiento es similar al de los tics comunes y depende también de lo graves que estos sean y de cuánto interfieran con el bienestar del paciente y su calidad de vida. Como el síndrome de Tourette se hace crónico en un porcentaje significativo de casos, estas personas necesitan apoyo emocional y social continuado. Las asociaciones de pacientes con síndrome de Tourette pueden ser de mucha ayuda.
Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.creciendoenverde.com
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