Las relaciones de pareja son importantes para los y las adolescentes y las suelen vivir con mucha intensidad. Hasta un 80% de chicas y chicos de 14 a 19 años en España afirman haber tenido ya alguna relación sentimental.

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Adolescentes y relaciones de pareja

Durante la adolescencia las relaciones de pareja suelen ser más cortas que en la edad adulta; la duración media es inferior al año. Más que en otras etapas, el inicio de una relación se basa fuertemente en la atracción física-sexual y no es infrecuente que al transcurrir las semanas y meses esa atracción no se vea apoyada por la existencia de intereses comunes, compatibilidad e intimidad emocional. Esto no es malo en sí mismo y simplemente es el reflejo de los cambios tan intensos que tienen lugar en estos años y que afectan al desarrollo de la personalidad. Aunque cortas, las relaciones de pareja en la adolescencia pueden ser muy enriquecedoras y ayudar al descubrimiento de uno mismo y a fortalecer habilidades como la comunicación, el respeto, el afecto y la confianza mutua.

Las relaciones afectivo-sexuales que ocurren en la adolescencia tienen una gran relevancia no solo para el bienestar físico y psicológico actual de las y los adolescentes. También van a marcar cómo van a ser las relaciones de pareja en la vida adulta. Si a esta edad las relaciones de pareja se viven de forma traumática o se producen en un contexto de abuso o violencia, esto dañará la autoestima y facilitará que se reproduzcan patrones similares más adelante.

¿Hay maltrato entre las parejas adolescentes?

Sí, tanto o más que en etapas posteriores, como parecen indicar diversos estudios. Al llegar a la adolescencia, la mayoría de chicas y chicos han absorbido de la sociedad y la cultura mitos sobre el amor romántico y estereotipos sexistas que van a tener una influencia enorme en sus primeras relaciones de pareja. Muchos adolescentes llegan a esta edad pensando que los celos, los intentos de dominación, los chantajes y las peleas constantes son un signo de amor verdadero y que deben tolerarlos.

Entre el 30 y el 60% de las y los adolescentes han sufrido que sus parejas revisen su móvil, controlen dónde están, lo que hacen y con quién se relacionan

Un informe realizado en el año 2015 por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud mostró que muchas conductas de abuso y maltrato son frecuentes a estas edades. Entre el 30 y el 60% de las y los adolescentes han sufrido que sus parejas revisen su móvil, controlen dónde están, lo que hacen y con quién se relacionan, e incluso que les impidan ver a sus amigos. Estos comportamientos se ejercen en similar proporción por varones y mujeres. Otros actos de maltrato, menos comunes pero aún frecuentes (20-30%) son ejercidos mayoritariamente por los chicos e incluyen coaccionar a la pareja para que haga cosas que no quiere (incluyendo actos sexuales), asustar, humillar, difundir imágenes íntimas y agredir físicamente.

A pesar de los avances sociales de las últimas décadas, el machismo sigue estando muy presente y en la adolescencia se empiezan a ver sus primeros resultados en las relaciones de amistad y de pareja. No solo no hay indicios de que esta situación esté mejorando, por el contrario está creciendo una corriente negacionista que se traduce en que en el año 2021 uno de cada cinco varones entre 15 y 29 años creían que la violencia de género «no existe y es solo un invento ideológico», una cifra que es el doble de la del año 2017.

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Educar para prevenir

Como en el caso del consumo de drogas o de otros problemas que vemos en la adolescencia, la prevención de la violencia dentro de la pareja debería comenzar en la infancia. Se puede empezar a enseñar a niñas y niños lo que es el respeto hacia el propio cuerpo y el cuerpo de otras personas, así como el concepto del consentimiento, tan pronto como a los tres años. Existen muy buenos libros adecuados para estas edades que ayudan a madres y padres a facilitar las conversaciones, explicar estas ideas y contestar a las preguntas de sus hijos. Esto no solo los ayudará a protegerse de abusos físicos y sexuales en la infancia y en la adolescencia, también les permitirá pedir ayuda si los abusos ocurren y a identificar situaciones de riesgo. Y por supuesto les enseñará a no hacer daño a otros.

Antes de que empiecen los primeros cambios puberales es imprescindible hablar de ellos y de sexualidad de una forma abierta, clara y holística, que incluya no solo los aspectos físicos y los riesgos de adquirir enfermedades de transmisión sexual o de un embarazo no deseado, sino los aspectos emocionales que son parte fundamental de la sexualidad humana.

La primera ruptura puede ser muy traumática y un acompañamiento respetuoso y empático puede ser de gran ayuda

El estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, coordinado por Lluís Ballester y Carmen Orte en la Universitat de les Illes Balears en el año 2019 muestra que la edad de acceso a la pornografía sigue adelantándose. Aunque la edad media de inicio son los 14 años, uno de cada cuatro varones empieza a consumir pornografía antes de los 13 años y a veces tan pronto como a los 8. Es muy preocupante que cada vez se demande y consuma contenido más violento y deshumanizador, lo que distorsiona por completo la imagen que los adolescentes tienen sobre sus compañeras y las expectativas de unos y otras sobre las relaciones sexuales.

Es muy importante mantener conversaciones frecuentes con los hijos varones, para contrarrestar la influencia que los medios de comunicación, la cultura machista y la pornografía puedan tener en su visión sobre las mujeres y en su trato con ellas. Idealmente el padre u otro familiar masculino debería ser una figura de referencia para el adolescente y mostrarle un modelo de masculinidad igualitario y respetuoso.

Acompañar y apoyar

Aunque los y las adolescentes no se inclinen por compartir espontáneamente con sus padres sus primeras experiencias de pareja, es fundamental estar disponible y abierto a la escucha para cuando necesiten hacerlo. La primera ruptura puede ser muy traumática y un acompañamiento respetuoso y empático puede ser de gran ayuda. No hay que minimizar el impacto de la ruptura ni la importancia que esa relación ha tenido para la persona adolescente.

Muchos adolescentes que padecen situaciones de dependencia y abuso en sus relaciones de pareja no son capaces de verlo o han normalizado estos comportamientos. Los padres pueden jugar un papel muy importante si detectan que algo puede ir mal e iniciar una conversación abierta y respetuosa con su hijo o hija. ¿Qué signos deben alertar a los padres de que sus hijos adolescentes se encuentran en una relación abusiva?

  • El o la adolescente parece triste o preocupado con frecuencia, a veces incluso parece estar en un estado de sobresalto o alerta.
  • Se ha alejado de sus amigos/as y pasa todo el tiempo solo/a o con la pareja.
  • Su rendimiento académico y/o deportivo se ha resentido.
  • Ha cambiado ostensiblemente su estilo de vestir, peinado y maquillaje.
  • Pasa mucho tiempo mirando su móvil o en redes sociales.

Si tu hijo o hija te cuenta que está sufriendo en su relación de pareja, incluso si solo lo menciona de forma casual, pon toda tu atención y crea un espacio seguro para que pueda hablar con confianza. No restes importancia a su experiencia, créete lo que cuenta y valida sus sentimientos y emociones. En ningún caso le culpes ni le reproches no haber hablado antes, al contrario, felicítale por hacerlo ahora. Reconoce que el problema existe, que su sufrimiento es real y que su familia está para ayudarle.

Es aconsejable buscar ayuda profesional. Consulta con tu pediatra qué recursos están disponibles en vuestro lugar de residencia. Hay psicólogos/as especializados en adolescencia que pueden ayudar a tu hija/o no solo a salir de una relación abusiva o de dependencia sino a resolver otros problemas subyacentes y a desarrollar estrategias que faciliten que la siguiente relación sea más saludable.

Las agresiones físicas y sexuales son actos delictivos y como tales deben ser tratados, incluso aunque hayan sido cometidos por un menor de edad. A esta edad el foco está puesto no en el castigo, sino en la rehabilitación, para evitar que se vuelvan a cometer.

Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.creciendoenverde.com

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