Todos tenemos adicciones y somos adictos en potencia. Si tu idea de adicción es exclusivamente la de una persona con una dependencia a una droga de abuso como la heroína, sigue leyendo.


El amplio espectro de las adicciones
Es cierto que este es el caso más extremo, pero las adicciones son un espectro que va desde las casi imperceptibles hasta las que producen un impacto significativo en la salud y en la calidad de vida, y que, como cualquier otra enfermedad crónica, pueden llevar a la muerte.
La capacidad de adicción, que no solo es humana, sino que compartimos con la mayor parte de los animales, se explica porque en el cerebro existe lo que se conoce como sistema de recompensa.
Sistema de recompensa
El sistema de recompensa está formado por una red de neuronas situadas en diferentes regiones del cerebro. Las neuronas se comunican entre sí mediante sustancias químicas llamadas neurotransmisores. En el sistema de recompensa, el neurotransmisor principal es la dopamina. Cuando las neuronas del sistema de recompensa, u otras, liberan esta sustancia, aumenta nuestra capacidad de alerta, concentración y motivación. Pero, además, la dopamina produce una sensación de placer que a veces puede llegar a la euforia.
La edad es uno de los factores de riesgo más importantes: cuanto más joven es una persona más vulnerable es a desarrollar una adicción
¿Para qué sirve este sistema?
Básicamente para motivarnos a hacer aquellas cosas que son cruciales para nuestra supervivencia (como comer y reproducirnos) o simplemente beneficiosas por otros motivos. De forma fisiológica, el sistema de recompensa nos orienta a la consecución de estos objetivos y nos hace sentir bien si los alcanzamos. La liberación de dopamina en estas pequeñas dosis además potencia los mecanismos de aprendizaje y memoria en el cerebro.
¿Por qué algunas drogas producen adicciones?
Algunas drogas como la morfina, la heroína, la cocaína, la marihuana o las anfetaminas producen adiciones porque actúan sobre este mismo sistema de recompensa, bien activando la producción de dopamina, o potenciando o alargando su efecto. Pero lo hacen mucho más rápido y mucho más intensamente, logrando sensaciones que de forma natural no es posible alcanzar. Una vez se han experimentado, la reacción habitual es buscarlas una y otra vez.
Con el uso continuado, el cerebro se adapta, produciendo menos dopamina o disminuyendo el número de sus receptores. En consecuencia, la persona adicta necesitará tomar cantidades crecientes de estas sustancias adictivas para lograr efectos similares – esto se conoce como tolerancia. Otro efecto que la persona con una adicción experimenta es que en ausencia de la droga, el dolor y otras sensaciones corporales y emocionales negativas se perciben más intensamente. En este punto, el consumo de la sustancia adictiva se hace necesario no solo para producir placer sino para evitar el dolor y la ansiedad. Estas sensaciones negativas pueden ser tan desagradables que la persona supeditará cualquier otra actividad a la búsqueda de la sustancia adictiva, como si su vida dependiera de ello. Esta es la fase de dependencia.
Más allá de las drogas
No solo las sustancias químicas pueden dar lugar a este patrón de adicción y dependencia, cualquier otra sustancia o comportamiento que produzca una activación potente en el sistema de recompensa puede llevar a una situación similar. Generalmente los comportamientos no se hacen adictivos con tanta facilidad y rapidez como ocurre con las sustancias químicas, pero una vez esto ocurre, puede ser igualmente difícil tratarlos.
Una de las actividades que con más frecuencia induce adicción y dependencia es el juego y las apuestas. Este trastorno está reconocido como una verdadera adicción por las asociaciones de psiquiatría. Otras actividades más cotidianas, como comer (cualquier cosa o alimentos determinados como el azúcar), comprar, practicar sexo (incluyendo la pornografía), practicar deportes o actividades de riesgo, o estar conectado a internet, también se pueden convertir en adictivas si se dan una serie de circunstancias, aunque inicialmente parecen tratarse más de conductas impulsivas.


Si la persona pasa la mayor parte de su tiempo libre practicando esa actividad, pensando en ella o planeando cómo realizarla; si busca practicar la actividad específicamente cuando tiene problemas o sentimientos negativos (como vía de escape); si continúa practicándola a pesar de que le produce problemas físicos, psicológicos, económicos o sociales; si no puede parar de practicarla a pesar de desearlo; y si constantemente esconde o minimiza ante otras personas y ante sí misma la gravedad del problema, entonces nos encontramos ante una adicción.
Estas sensaciones negativas pueden ser tan desagradables que la persona supeditará cualquier otra actividad a la búsqueda de la sustancia adictiva
Del sistema de recompensa fisiológico a las adicciones
Algunas personas son más vulnerables a desarrollar adicciones que otras. Hay factores genéticos predisponentes, que se combinan con factores psicológicos y sociales. La edad es uno de los factores de riesgo más importantes: cuanto más joven es una persona más vulnerable es a desarrollar una adicción. Otros factores predisponentes son las situaciones de estrés y la falta de redes familiares y sociales de apoyo. Por ejemplo, la muerte de un ser querido nos pone en una situación de estrés psicológico intenso, que nos hace vulnerables a desarrollar una adicción por cualquier sustancia o situación que reduzca las emociones negativas que estamos experimentando. El riesgo disminuye si contamos con familiares y amigos que nos apoyen y si practicamos otras medidas de reducción del estrés.
Disfruta de los efectos de la dopamina de forma natural
Hay muchas formas naturales de elevar los niveles de dopamina para poder beneficiarnos de su acción motivadora y placentera, sin riesgo de adicción:
Lleva una buena alimentación
Además de otros beneficios, una alimentación con abundancia y variedad de frutas y verduras mantiene una buena microbiota (flora bacteriana) intestinal, cuyo papel en la salud del sistema nervioso cada vez está más reconocido. Algunos estudios indican que ciertas bacterias intestinales podrían incluso producir pequeñas cantidades de dopamina. En periodos de estrés, viajes, tratamientos con antibióticos, estancias en hospitales… puede ser una buena idea tomar un suplemento de probióticos.
Haz ejercicio regularmente
Además de que esto aumenta los niveles de endorfinas (otros neurotransmisores con efectos placenteros), unos minutos de ejercicio aeróbico pueden tener una influencia directa en los niveles de dopamina en el cerebro y aumentar sus receptores.
Duerme bien
La falta de sueño o los horarios irregulares alteran la producción normal de dopamina. Es importante dormir un mínimo de horas (cada uno sabe las que necesita para estar bien) en una habitación oscura, bien ventilada y silenciosa.
Sal al aire libre
Después de una buena noche de descanso, sal fuera de casa, por la mañana o por la tarde, y procura que te dé el sol en rostro, escote y brazos al menos 20-30 minutos. La luz del sol aumenta los niveles de dopamina y otros neurotransmisores y disminuye el riesgo de depresión. Si vives en una zona muy soleada y/o tienes la piel clara y sensible, evita las horas de mediodía y no dejes nunca que tu piel se queme.
Meditación y música
Estudios recientes han comprobado que los meditadores con experiencia tienen mayor número de receptores de dopamina en el cerebro. También parece que la música puede aumentar los niveles de este neurotransmisor.
Autora: Doctora Miriam Martínez Biarge, Núm. Col. Madrid 53.890
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