Es muy frustrante llevar todo el año estudiando, en clase y en casa, para llegar a junio y encontrarse con una, dos o más asignaturas suspensas. Es muy frustrante para el o la estudiante, y a veces se convierte en una tragedia familiar que amenaza con desbaratar los planes veraniegos de todos los habitantes de la casa. Pero no tiene por qué ser así. Los suspensos no deben verse como un fracaso ni como un pecado por el que se debe guardar penitencia durante las semanas estivales. Si los despojas de drama y los analizas con objetividad, pueden convertirse en una oportunidad para que tu hija o tu hijo aumenten su confianza y su autoestima, mejoren sus técnicas de estudio e incluso descubran lo que de verdad les gustaría hacer en la vida.

Comprender las causas de los suspensos
A nadie le gusta suspender. Algunos adolescentes pueden aparentar que no les importa, o incluso presumir de suspensos, pero la sensación de fracaso, la pérdida de autoestima, la incertidumbre y el miedo por el futuro van por dentro y producen sufrimiento siempre.
Es tu hijo o tu hija quien más sufre cuando suspende una o varias asignaturas, y la mayoría de las veces no tienen los recursos necesarios para saber salir de la situación en la que se encuentran. Por ello, la mejor forma de ayudar es entender qué está pasando y buscar los medios para solucionar el problema. Enfadarse, castigar y amenazar solo sirven para agravar la situación, distanciarte de tu hija/o y producir más sufrimiento para todos.
Puede haber muchas razones por las que un estudiante suspende una o varias asignaturas y averiguarlas es clave, no solo para ayudar en la recuperación durante el verano, sino para afrontar el siguiente curso en mejor situación y con más confianza.
Enfadarse, castigar y amenazar solo sirven para agravar la situación, distanciarte de tu hija/o y producir más sufrimiento para todos
Suspender una o dos asignaturas puede ocurrir debido a circunstancias puntuales, que difícilmente se van a repetir; por ejemplo, puede que el niño o adolescente haya estado enfermo o se haya tenido que recuperar de una operación quirúrgica o un accidente. Puede que haya atravesado una situación emocional complicada como el fallecimiento de un familiar o un amigo cercano, la separación de sus padres, una mudanza, un conflicto con los compañeros o amigos, o incluso una situación de acoso escolar. En estos casos lo fundamental es abordar este trauma y favorecer la recuperación física, mental y emocional; recuperar la asignatura se convierte en algo secundario. Por el contrario, si se trata de un niño/a o adolescente que continuamente suspende asignaturas, averiguar la causa subyacente es todavía más importante.
Muchos suspensos son debidos a falta de técnicas de estudio eficientes, y esto se puede solucionar con un entrenamiento determinado, como haríamos con cualquier otra habilidad que queramos adquirir.
Los trastornos de atención y concentración y los problemas específicos de aprendizaje son relativamente frecuentes en la población infantil y adolescente. En muchos casos no se diagnostican porque el estudiante parece (y es) «inteligente», pero este tipo de problemas neurológicos se dan en personas con inteligencia normal o incluso superior a la media. Si tu hija o hijo suspende repetidamente, habla con tu pediatra; ya que podría ser conveniente realizar una evaluación neuro-psicológica completa.
La desmotivación y la falta de interés es una causa frecuente de suspensos. A todos se nos ha atragantado alguna vez una o varias asignaturas, o nos han parecido sumamente aburridas, a veces porque nos las han explicado con desgana. ¿Es el sistema educativo que emplea vuestra escuela el más apropiado para la personalidad y las características de tu hijo/a?

Algunas personas no están interesadas en el mundo académico y una vez acabada la fase de educación obligatoria pueden preferir dejar de estudiar y en su lugar aprender una o varias habilidades, artes u oficios. Muchos padres se resisten a aceptar esto porque piensan que solo los estudios universitarios pueden proporcionar éxito profesional, prosperidad económica y reconocimiento social, y, por ende, felicidad, pero esto es falso y es un mito que puede hacer mucho daño. Como bien explicó el experto en educación Ken Robinson, cada persona debería identificar sus talentos y sus pasiones, que son únicos, y buscar una vía que le permita cultivarlos y expresarlos.
Recuperar las asignaturas
Es importante tomarse un tiempo para diseñar un plan de acción, de acuerdo al número de suspensos y el tiempo disponible. Siempre que sea posible, buscar ayuda externa en forma de un profesor-entrenador personal, puede suponer una diferencia enorme. Este profesional no solo va a ayudar a tu hija/o a entender aspectos de la asignatura que «no le entraban», sino también puede empezar a entrenarle para que adquiera unos hábitos de estudio saludables y aprenda a concentrarse y aprovechar mejor el tiempo. Y no menos importante, puede convertirse en su aliado y ayudarle a recuperar la confianza en sí mismo.
En estos casos lo fundamental es abordar este trauma y favorecer la recuperación física, mental y emocional; recuperar la asignatura se convierte en algo secundario
Además, sentarte un rato con tu hijo o tu hija e interesarte en las materias que debe aprender, le va a hacer sentir menos solo y más comprendido. Seguro que puedes ayudarle con parte de sus tareas e incluso podéis aprender una parte de la asignatura juntos. No todo el aprendizaje debe hacerse con un libro de texto; el verano se puede aprovechar para aprender parte de los temas de forma más orgánica e integrada en la vida normal; por ejemplo, podéis visitar en familia un museo que esté relacionado con la materia de estudio, o aprovechar una excursión o viaje turístico para profundizar en algún aspecto de alguna de las asignaturas. En resumen, busca oportunidades para mostrar a tus hijos que aprender puede ser un placer y que se puede hacer durante toda la vida.
Salvar el verano
Tener que estudiar para un examen de septiembre no tiene por qué significar renunciar a las vacaciones. Puede ser necesario hacer algún ajuste, pero con una buena planificación es posible en la mayoría de los casos dedicar unas horas a estudiar y el resto del día a disfrutar del verano y de los amigos. Los días son más largos, pues no hay jornada escolar. Suele ser mejor estudiar en las primeras horas de la mañana, cuando estamos más concentrados y hace menos calor. Algunas personas pueden preferir estudiar 1-2 horas por la mañana y otros 60-90 minutos a primera hora de la tarde. Si habíais planeado un viaje corto a un lugar donde no vaya a haber tiempo para estudiar, puede ser mejor tomarse unas vacaciones completas esos días y dedicar más horas de estudio a la vuelta.
Mantener la perspectiva
Suspender no es un fracaso y no tiene por qué condicionar el futuro de tu hija o hijo. Todos tenemos altibajos en la vida. Todos tenemos áreas que se nos dan mejor que otras. Todos conocemos personas cuya vida escolar o académica fue «mediocre» y más tarde tuvieron un gran éxito profesional, incluyendo conocidos pioneros de la ciencia, la tecnología o las artes. Y todos conocemos excelentes estudiantes que terminaron trabajando en algo que no les gustaba y que no aportaron gran cosa a la sociedad y más importante, que nunca se sintieron realizados personal ni profesionalmente.
Lo importante es que tu hijo o hija se sienta apoyado y acompañado; y garantizar su bienestar físico y emocional. De nada sirve aprobar una asignatura si es a costa de estrés y sufrimiento. Los suspensos son una oportunidad. Úsalos como tal.
Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.creciendoenverde.com
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