Escoger dentífrico es todo un reto. El mercado de dentífricos es tan amplio como el número de opiniones de los profesionales que los recomiendan. La recomendación estándar, básica y la más difundida por los dentistas, es utilizar un dentífrico con un contenido de flúor de 1000 ppm desde la aparición del primer diente en la boca hasta la edad adulta. Es la cantidad de dentífrico lo que ha de variar según la edad de la persona: es necesario una medida de un grano de arroz en el caso de los bebés y una medida de un guisante a partir de los tres años, edad en la que se considera que los niños ya saben escupir y no se tragan la pasta de dientes.

Estas recomendaciones están basadas en estudios científicos que concluyen que la cantidad de un grano de arroz de fluoruros está lejos del umbral de intoxicación por flúor. De hecho, según el baremo de seguridad, un niño tendría que lavarse los dientes trece veces al día con la medida de un grano de arroz para intoxicarse, si no tenemos en cuenta la aportación de flúor que proviene de los alimentos o del agua.
Yo no quiero entrar en el debate de si estoy a favor o en contra de un dentífrico con flúor, ya que, según mi opinión, depende mucho de las características de cada paciente, de su higiene oral, de su alimentación, de su estado psicoemocional, del riesgo de caries de su entorno, de sus padres y de sus cuidadores… Si un niño no tiene predisposición a la caries, está equilibrado y tiene una buena alimentación sin azúcares (cosa que creo muy improbable dentro de nuestra sociedad), incluso puede no utilizar dentífrico en su cepillado de dientes. En cambio, sí que recomiendo el uso de pasta dental con flúor a los niños que tienen una caries activa y, además, se puede complementar con crema de fosfato de calcio (CPP-ACP). Este niño necesita un tratamiento porque padece una enfermedad y la remineralización tópica forma parte del tratamiento.
Existen otras opciones terapéuticas como las sales de Schussler, la oligoterapia o la homeopatía. Los he recomendado en muchos casos, para mí son un buen complemento para acompañar al agente tópico; desde mi experiencia, cuando la enfermedad de caries está activa, la solución más efectiva es la aplicación de agentes remineralizantes tópicamente, en la pieza afectada o vulnerable.
Si un niño sigue una dieta elevada en azúcares y no se lava bien los dientes, considero que el contenido de flúor de su dentífrico no será la solución a su problema. Es necesario mirar hacia donde se decanta la balanza del beneficio-riesgo en cada caso concreto para tomar una decisión coherente.
El mercado de dentífricos es tan amplio como el número de opiniones de los profesionales que los recomiendan
¿Y qué sucede con otros componentes de los dentífricos?
Se suele poner el foco sobre el flúor, pero ¿qué pasa con los demás componentes? Algunos son disruptores endocrinos, es decir, sustancias capaces de alterar el sistema hormonal, de alterar su función y de impactar de forma negativa en la salud. Tenemos el triclosán, por ejemplo, que es un producto que se ha usado en dentífricos por su poder antibacteriano, pero que ha acabado en el punto de mira por causar resistencias a los antibióticos y por su potencial cancerígeno.
Otro componente es el Laurilsulfato de sodio, un detergente cuya única función es crear espuma y potenciar la sensación de limpio. Por contra, provoca la irritación de las mucosas. Aparte de estas sustancias, también pueden contener edulcorantes, colorantes, perfumes o derivados del petróleo, que son totalmente innecesarios.
Y ahora quizá tienes una duda: si tu hijo no se traga el dentífrico, ¿existe el riesgo de ingerir estos tóxicos?
Cuando te pones crema en la cara o en las manos, la piel la absorbe. Entonces lo mismo sucede en la mucosa de la boca. Es bajo la lengua donde encontramos la vía sublingual, que es una vía de absorción rápida, como un tren de alta velocidad. Por lo tanto, sí que lo absorbe, aunque no se lo trague directamente.

¿Cuándo supone el flúor un riesgo para la salud?
Durante muchos años se ha pensado que la fluoración era buena para reducir de una manera importante el riesgo de caries entre la población infantil. En la actualidad, todavía hay muchas zonas del planeta donde se continúa haciendo. Actualmente, se ha observado que la fluoración sistémica no es la solución a la caries, es más, provoca una intoxicación por exceso de flúor. La fluorosis afecta los dientes y los huesos, no por defecto, sino por exceso. Además, un exceso de flúor también tiene efectos negativos en el sistema nervioso. Cuando se realiza la fluoración del agua, no tenemos en cuenta estos aspectos:
- Todas las personas no tenemos las mismas necesidades de flúor.
- No hay un control sobre la cantidad de agua que las personas consumimos.
- El peso diferente entre un niño y un adulto.
El exceso de flúor no excretado se acumula en los huesos, aumenta su densidad, pero los convierte en más quebradizos. La acumulación de flúor también afecta el sistema inmunitario reduciendo la capacidad de protección contra las infecciones. Una dieta saludable y variada está formada por alimentos que contienen flúor por naturaleza. Así que debemos vigilar si queremos suplementar más este mineral. Las necesidades de flúor de un niño son mínimas y la aportación de los alimentos que ingiere ha de ser suficiente. Desgraciadamente, no siempre es así debido al tipo de alimentación a base de ultraprocesados, preparados, refinados y edulcorantes.
Es necesario mirar hacia donde se decanta la balanza del beneficio -riesgo en cada caso concreto para tomar una decisión coherente
La riqueza mineral de los vegetales que consumimos depende de la riqueza mineral del suelo donde se cultiven. Así pues, es necesario analizar la tierra de cultivo para conocer las proporciones. Son alimentos ricos en flúor las espinacas, las coles, la ensalada y los brotes y él té verde… Así que, conociendo todos estos aspectos, te recomiendo:
- No consumir alimentos con flúor añadido, como una sal de mesa.
- No utilizar agua fluorada para beber. Solicita a tu ayuntamiento la composición del agua si la consumes del grifo.
Por otro lado, hasta el día de hoy, hay muchos estudios científicos que defienden el flúor y demuestran su efectividad si se aplica tópicamente. Vamos a ver cómo funciona la aplicación tópica de flúor sobre los dientes: la capa más dura de nuestros dientes es el esmalte y está compuesto de minerales de hidroxiapatita. Cuando la hidroxiapatita entra en contacto con los fluoruros, se transforma en fluorapatita y convierte el esmalte más duro y más resistente al ataque de ácidos.
Siempre te han dicho que sólo si te cepillas con un dentífrico con flúor te aseguras que no tendrás caries. ¿Es así?
¡Ojalá fuese así! La respuesta categórica es no: quizá tú mismo/a llevas toda la vida cepillándote los dientes con un dentífrico fluorado y continúas teniendo caries. Por lo tanto, y según mi criterio, generalizar y afirmar que el flúor es imprescindible es un poco exagerado y quizá me sugiere que hay una campaña publicitaria muy potente detrás de una gran industria…
Eso sí, si tienes un alto riesgo de caries, bien porque tienes o bien porque has tenido en otro momento, es necesario que utilices un dentífrico reforzado con compuestos de flúor, compuestos de calcio con CPP-ACP, TCP o xilitol, que pueden ayudarte a mantener los tejidos fuertes.
El pilar fundamental consiste en mantener un cuerpo con un terreno equilibrado. La mejor opción es comer alimentos saludables y naturales y huir de los productos ultraprocesados y envasados. También tenemos que cuidar nuestro bienestar emocional y psicológico, huir del estrés sostenido, vivir con alegría y reencontrarnos con la naturaleza…
Autora: Clara Tarragona, Odontóloga integrativa y máster en medicina naturista.
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