La primavera es tiempo de cambios, de buen tiempo, de lluvia, de viento y de aumento de las temperaturas, de más luz solar y de flores que propician la aparición de los alérgenos y también de polen en suspensión. Esta serie de transformaciones ambientales afectan directamente a nuestra salud. En esta estación del año aparece el buen humor, la tristeza, la hiperactividad, o la fatiga, afecciones muy diversas y propias de estos meses que se manifiestan como: astenia primaveral, alergias, asma, rinitis, conjuntivitis, etc.


La astenia primaveral
El aumento de la luz y de la temperatura trae un efecto positivo como es la «euforia primaveral», que influye positivamente en nuestro estado de ánimo. Gracias a la secreción de hormonas como, oxitocina, dopamina o noradrenalina nos sentimos, en general, más felices y desinhibidos. Pero para algunos individuos también muestra sus aspectos más negativos, ya que les supone una dificultad en el proceso de adaptación a los cambios de las condiciones ambientales y climatológicas de la estación y aparece la llamada «astenia primaveral», considerada un trastorno adaptativo (no es una enfermedad) que se manifiesta con una sensación de decaimiento y cansancio, tanto físico como mental, “pocas ganas de hacer nada”. También puede aparecer fatiga, irritabilidad, cambios de humor, pérdidas de apetito y de peso, o caída del cabello, alteraciones del sueño e inapetencia sexual, entre otros. Por lo general, se superan pronto, pero si se mantienen a largo plazo pueden acabar ocasionando problemas más serios e incluso requerir atención médica.
¿Cómo prevenir y tratar la astenia primaveral?
Para preparar al organismo para hacer frente a los cambios, es necesario: Realizar ejercicio físico regular y moderado, disminuir hábitos tóxicos (tabaco y alcohol), hacer actividades al aire libre (el sol aporta vitalidad), dedicar tiempo a la relajación (ejercicios de respiración profunda), fijar unos horarios estables de descanso (horarios fijos para levantarse y acostarse, mínimo 7 horas, cenando al menos dos horas antes de acostarse), llevar una vida ordenada, identificar las condiciones que nos generan malestar o estrés y buscar estrategias para minimizarlas. Acompañado de una buena hidratación (mínimo 2 litros diarios) y de una dieta saludable baja en grasas y alta en fibra, con abundancia de frutas y vegetales frescos.
La astenia puede ser superada por el propio paciente con un simple cambio de actitud y pequeñas ayudas de autocuidado
El estilo de vida actual conlleva con demasiada frecuencia el uso de alimentos precocinados, comidas rápidas (fast-food), comer fuera de casa, y un aumento en el consumo de refrescos y bollería. Estos hábitos pueden provocar que en nuestra dieta se produzca la carencia de ciertos nutrientes indispensables y el exceso de otros no tan aconsejables. Es por ello que en ocasiones puede ser aconsejable recurrir a un suplemento multivitamínico para compensar determinadas carencias o acelerar el restablecimiento del equilibrio. Por ejemplo: polen, jalea real, ginseng, eleuterococo, nuez de cola, hipérico, ginkgo o guaraná. Recordar que los suplementos pueden ser de utilidad y ayudan a corregir ciertos déficits, pero no son una alternativa a una alimentación sana y no convierten una dieta inadecuada en saludable.
¿Qué es la rinitis alérgica estacional?
También llamada fiebre del heno (aunque es un término incorrecto: la rinitis alérgica no tiene relación con la fiebre, ni con el heno, en el pasado se creía que el heno recién cortado era la causa), consiste en la inflamación e irritación de la mucosa nasal y produce signos y síntomas parecidos al resfriado. Se manifiesta con: secreción nasal, obstrucción nasal (suele alternar un orificio y otro), estornudos (muchos seguidos), ojos llorosos, enrojecidos, y picazón en los ojos (conjuntivitis alérgica), tos, picor en el paladar o la garganta. Los signos externos de la rinitis alérgica son: coloración azulada en los párpados inferiores de los ojos y picazón en la nariz (frotarse la nariz frecuentemente). Pero a diferencia de un resfriado, la rinitis alérgica no se produce por un virus, sino por una respuesta alérgica a los alérgenos en interiores o al aire libre, como el polen del césped, de los árboles (olivo y otros), de la ambrosia (especie que produce altos niveles de polen), los ácaros del polvo, o la saliva de gatos, perros y otros animales con pelo o plumas. A veces, también influyen los restos de hongos y/o de mohos.
El riesgo de presentar una rinitis alérgica depende de la predisposición genética y del nivel de exposición a dichos pólenes siendo más común en el interior de la península que en las zonas costeras. Así mismo, la polución puede contribuir al incremento de esta enfermedad ya que produce una inflamación de la mucosa nasal y facilita la absorción de los antígenos del polen. Esto podría explicar por qué en la ciudad la frecuencia de esta rinitis es el doble que en el campo a pesar de que en éste la exposición al polen es mucho mayor.
En la ciudad la frecuencia de la rinitis alérgica es el doble que en el campo a pesar de que en éste la exposición al polen es mucho mayor
Aproximadamente, el 10-15% de los niños de 6-7 años y el 20-30% de los adolescentes y adultos jóvenes tienen rinitis alérgica. Los síntomas pueden variar desde muy leves a graves. Por lo general, una vez aparece la rinitis alérgica, suele persistir con los años con mayor o menor intensidad en función de la cantidad de polen liberado y del tiempo de permanencia en contacto con el alergeno. Suele disminuir con los años. A los 50 o 60 años los síntomas suelen remitir espontáneamente.
¿Cómo prevenir la rinitis alérgica?
Cuando los niveles de polen o contaminación sean muy altos, es preferible mantenerse en el interior de la vivienda, con las puertas y ventanas cerradas. Puede ser de utilidad el aire acondicionado. Evitar realizar actividades en el exterior cuando el índice de polen es elevado y si es inevitable, reducir el tiempo al aire libre.


¿Cómo tratarla?
Ante todo, evitar los irritantes como el humo del tabaco. En el domicilio se puede evitar la alergia a los ácaros del polvo, para ello es necesario el tratamiento completo del colchón, almohadas y edredón o en el caso de alergia a los animales domésticos, sólo puede tratarse sacando al animal de la casa.
Ayudas naturales para tratar la rinitis alérgica
Contamos con numerosas ayudas para mejorar los síntomas como, por ejemplo: lavado nasal con agua salina; inhalación de vapor, ducha o baño con vapor; infusión de jengibre; infusión de ortiga o de té verde; añadir cúrcuma y ajo en los platos; probióticos (Lactobacillus acidophilus); vitamina C y regaliz, entre otros.
Tratamiento con medicamentos
En caso de síntomas leves, es aconsejable el uso de antihistamínicos en comprimidos, soluciones orales o aerosoles nasales que no precisan de receta médica. Algunos poseen actividad sedante y pueden causar somnolencia (¡atención a la conducción o al manejo de máquinas!). La cetirizina o loratadina, no causan somnolencia. Cuando la sintomatología es más aparatosa, los médicos prescriben corticoides tópicos nasales. En los casos más graves, puede añadirse inmunoterapia alérgica específica (“vacunas alérgicas”). Ésta es eficaz en la mayoría de casos. Los medicamentos descongestionantes además de combatir la rinitis, ayudan a descongestionar la nariz, pero solo deben usarse menos de tres días (crean adicción y, cuando se suspenden, la mucosa se inflama más). Los elaborados con agua de mar, plantas medicinales o aceites esenciales, pueden utilizarse más días.
Por lo general, la rinitis alérgica puede ser tratada con eficacia, pero si los medicamentos prescritos no logran aliviar la rinitis o aparecen síntomas más graves (tos, sibilancias u opresión torácica), debe visitar a su médico.
El número de afectados de asma alérgico está aumentando debido al incremento de la contaminación y polución del aire
Asma alérgico o primaveral
El asma primaveral se debe a una reacción alérgica al polen, (de las gramíneas, de los árboles o los ácaros del polvo), que provoca que los bronquios se inflamen. También puede ocasionar lagrimeo, enrojecimiento de ojos y rinitis, es decir, congestión nasal con goteo. Incluso pueden aparecer alteraciones en la piel, como pequeños granitos, rojeces o picor. Los causantes son el polen y otros factores “desencadenantes”, como la humedad, los vapores químicos, el pelo de los animales o los ácaros. Parece que el número de afectados está aumentando debido al incremento de la contaminación y polución del aire. Los agentes contaminantes se unen a las partículas de polen y las hacen “más agresivas”, pues dañan la mucosa respiratoria y provocan la inflamación que facilita la aparición del asma.
Prevención
Cuando los niveles de polen o contaminación sean muy altos, es preferible mantenerse en el interior de la vivienda, con las puertas y ventanas cerradas. Puede ser de utilidad el aire acondicionado. Si deseas realizar actividades al aire libre, es mejor que sea a primera hora de la mañana o bien después de que haya llovido. Es entonces cuando hay menos polen en el ambiente.
No secar la ropa al aire libre. La humedad puede hacer que se pegue el polen, y provocar una reacción alérgica al ponerla. Evitar las plantas que sueltan más polen.
Infecciones gastrointestinales
No solemos asociar las infecciones gastrointestinales con la primavera, pero estas son más frecuentes cuando aumentan las temperaturas (primavera y verano) y la humedad. Por eso la primavera es el caldo de cultivo perfecto para la propagación de bacterias. Gastroenteritis, salmonelosis, etc., son frecuentes en estos meses, así que cuida el estado de los alimentos que ingieres (mantén sobre todo la cadena del frío y no dejes los alimentos perecederos fuera de la nevera) y vigila la higiene del personal que manipula los alimentos. Los síntomas más frecuentes son náuseas y vómitos, diarrea, dolor abdominal, fiebre y malestar general.
¡Cuídate mucho y disfruta de la primavera!
Consulta a tu farmacéutico/a está muy cerca de ti. *La información contenida en esta página tiene carácter divulgativo y no pretende sustituir el consejo médico. Ante cualquier duda, consulte con un profesional de la salud.
Autora: Dra. Marta Castells, Farmacéutica
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