No hay nada más frustrante para alguien que lleva meses o años sufriendo dolor y malestar que el que le digan que lo que le pasa es psicosomático. Que todo está “en su cabeza” y que no hay tratamiento, salvo usar analgésicos, tranquilizantes o “ir al psicólogo”. Las enfermedades psicosomáticas son enfermedades emocionales que producen síntomas físicos en alguna parte del cuerpo. Cuando se examina esa parte del cuerpo, sin embargo, no se ve ninguna alteración. Actualmente el término por el que se prefiere llamar a estas enfermedades es trastornos somatomorfos.

enfermedades psicosomáticas
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¿Entonces no tengo nada?

Sí, si tienes. Tener un trastorno psicosomático no significa que el problema no exista. La medicina clásica, y en general la sociedad siempre ha separado los aspectos físicos (u orgánicos) de los mentales o psicoemocionales, pero esta visión está profundamente equivocada y afortunadamente más y más profesionales se van dando cuenta. El ser humano es una unidad indivisible; nuestros pensamientos, emociones y funciones físicas están interconectados y dependen unos de otros. No solamente una depresión puede dar lugar a síntomas físicos, también un dolor físico puede conducir a una depresión. Además, somos seres sociales que vivimos en determinadas familias, culturas y experimentamos diferentes circunstancias; todo ello también tiene una influencia enorme en nuestra salud física, mental y emocional. Solo una medicina holística, que valore todas las dimensiones del ser humano, puede ser realmente curativa.

Cualquier alteración en el organismo puede aparecer o empeorar como reflejo de un sufrimiento emocional, un trauma o una actividad mental no saludable

¿Cómo se manifiestan los trastornos psicosomáticos?

Prácticamente cualquier alteración en el organismo puede aparecer o empeorar como reflejo de un sufrimiento emocional, un trauma o una actividad mental no saludable. Los más frecuentes son dolor (de cabeza, de espalda, musculares), fatiga, náuseas, flatulencia, diarrea o estreñimiento, insomnio, taquicardia, hipertensión, mareos o vértigos, alteraciones menstruales o dificultades para respirar.

Además, muchas enfermedades consideradas 100% orgánicas, incluso aquellas de carácter hereditario, pueden verse influidas por nuestra salud emocional. Una persona puede tener una predisposición genética a padecer una determinada enfermedad, pero puede que no la manifieste nunca o que lo haga solo bajo determinadas circunstancias.

¿Quién puede sufrir estas enfermedades?

diagnosticando con mayor frecuencia en ellas. En la medicina clásica de Egipto y Grecia se usaba el término histeria (del griego hystera = útero) para referirse a estos problemas ya que se pensaba que eran originados cuando el útero abandonaba su localización normal y empezaba a moverse por el cuerpo femenino.

No se sabe bien por qué son más frecuentes en mujeres. Es probable que haya una combinación de factores. Uno de ellos puede ser que las mujeres en general están más conectadas con su cuerpo y esto les permite expresar sus conflictos emocionales más fácilmente de esta manera. Los hombres tienen más propensión a los accidentes y se suicidan en mayor proporción que las mujeres, lo que podría traducir la forma en la que el sexo masculino tradicionalmente se ha enfrentado a los conflictos emocionales. Al final todos podemos vernos afectados. Los pediatras vemos estos trastornos en niñas y niños cada vez con más frecuencia.

Es importante acudir al médico y hacer las pruebas que nos indiquen para descartar que haya una causa orgánica que se pueda tratar de forma específica

¿Cómo se diagnostican?

Es importante acudir al médico y hacer las pruebas que nos indiquen para descartar que haya una causa orgánica que se pueda tratar de forma específica. Si las pruebas son normales, esto indica que debemos buscar el origen de la enfermedad en nuestra mente.

¿Tienen tratamiento?

Sí, pero no hay que tratar solo los síntomas. Por supuesto hay que aliviar los dolores y las demás molestias, pero para curar estas enfermedades hay que ir a la raíz del problema y ver lo que ha originado el trastorno. Esto puede llevar tiempo, pero merece la pena buscar un terapeuta con experiencia que nos ayude a desvelar el conflicto que nos está haciendo daño y resolverlo. Paralelamente, revisar nuestra dieta, higiene del sueño y pauta de ejercicios físicos y hacer cambios si son necesarios, puede mejorar enormemente nuestra calidad de vida.

Las enfermedades psicosomáticas tradicionalmente se han visto con desprecio y siguen teniendo un estigma asociado a ellas. Sin embargo, podemos verlas como una oportunidad, como una señal que nos indica que tenemos que detenernos y ver qué va mal en nuestras vidas y qué cambios necesitamos adoptar.

Autora: Doctora Miriam Martínez Biarge, Núm. Col. Madrid 53.890 

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