El azúcar es una droga socialmente aceptada, la que más se consume en el mundo, y la que genera adictos desde la más pequeña infancia. La naturaleza nos da los nutrientes que necesitamos.

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El azúcar refinado es un hidrato de carbono simple y en la naturaleza no existen los hidratos de carbono simples. Es mediante un proceso químico que de la caña o de la remolacha se obtiene el azúcar blanco o refinado. De ese procedimiento de procesado se extrae un producto blanco, brillante y extremadamente dulce. Este producto provoca que las personas pierdan las preferencias por los gustos naturales de los alimentos, y conduce a padecer enfermedades graves. La diabetes, la obesidad, la hiperactividad, la depresión… Enfermedades tan frecuentes hoy en día en nuestra sociedad, todas ellas vinculadas al consumo de azúcar y, desgraciadamente, cada día afecta en edades más tempranas.

«Si te portas bien, te compraré chuches»

Los dulces, las gominolas o la bollería barata no pueden ser considerados como un premio a ojos de un niño porque esto forma parte de su educación. Esta información se almacena en su subconsciente, será muy difícil modificarlo y lo transmitirá a sus hijos, tal como se lo han transmitido a él sus padres. Para dejar de tomar azúcares se precisa mucha fuerza de voluntad, pero cuando se consigue, se ve la vida de otra manera. La tarea más complicada es localizar el azúcar, ya que está escondido en muchos alimentos. Huir del azúcar es muy complicado. Contiene azúcar el pan, la bollería, los refrescos, las salsas empaquetadas, los zumos de fruta, la leche descremada, los embutidos, los yogures infantiles, los productos bajos en grasa ¡y la lista es interminable!

Los dulces, las gominolas o la bollería barata no pueden ser considerados como un premio a ojos de un niño porque esto forma parte de su educación

Puedes reducir progresivamente el azúcar y el primer paso puede ser cambiar el azúcar blanco por alternativas completas que tengan un contenido de vitaminas, como son los integrales (panela, dátiles o miel cruda de abeja). No ha de ser para un consumo diario ni usual, pero sí para iniciar esta transición o bien en las ocasiones especiales. Estos alimentos son más ricos nutricionalmente hablando, aunque también presentan un índice glucémico elevado.

¿Podemos encontrar azúcar en la naturaleza?

Claro que sí, en el mundo vegetal: sobre todo en las frutas. ¿Y qué particularidad presenta la fruta? Cuando la consumimos en su forma completa, con piel, contiene fibra que provoca que el azúcar que contiene se libere poco a poco y lo metabolizamos de una manera más sostenida y lenta. Por contra, el zumo de fruta dispara los niveles de insulina. Es por esta razón que siempre tenemos que escoger la fruta entera y con piel, preferiblemente ecológica.

¿Bajo qué nombre podemos reconocer el azúcar?

Fructosa, dextrosa, glucosa, sorbitol, manitol, sirope de agave, sirope de maíz, concentrado de frutas, miel de malta, azúcar invertido. Existen alternativas al azúcar en el mercado. La idea de que el azúcar no es saludable no es un concepto nuevo. Sin embargo, no podemos caer en el engaño y la trampa de las alternativas al azúcar, que pueden ser aún más perjudiciales que el mismo azúcar. La sacarina, el aspartamo, el ciclamato, la sacarosa o el acesulfamo-k no serán nunca alternativas saludables al azúcar: son productos muy nocivos para la salud humana.

Por otra parte, tenemos el xylitol o azúcar de abedul, que muchas personas lo utilizan en pastelería como alternativa al azúcar. El xylitol es dulce, no incrementa la glucosa en sangre y reduce las bacterias Streptococcus mutans, bacterias formadoras de caries, todo y así no podemos concluir el efecto que tiene consumirlo en grandes cantidades. Un buen ejercicio para empezar a conocer si un producto lleva o no azúcar es leer los ingredientes en las etiquetas. Busca los componentes desconocidos en internet y, poco a poco, irás adquiriendo una visión crítica y firme sobre los productos que ingieres. Entonces tú serás quien escoja entre consumir o no una determinada sustancia. Si realizas este ejercicio, verás la cantidad enorme de azúcar que contienen los productos envasados.

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Pero es verdad que leer etiquetas lleva su tiempo…

Si no queremos pasar dos horas en el supermercado mirando etiquetas, la opción que tenemos es alimentarnos con alimentos naturales: frutos secos, semillas, vegetales, fruta, legumbres… El resto de productos (galletas, bollería, dulces, chips, snacks…) deben pasar a ser de consumo extremadamente esporádico. Desde este punto de vista, no sorprende tanto que haya tantas enfermedades crónicas degenerativas comiendo lo que se come, ¿no es cierto? ¿Es realmente esto lo que queremos para nuestros hijos y nuestras hijas?

¿Y qué pasa con los cereales?

Los cereales se introdujeron en nuestra dieta hace más de diez mil años, cuando empezamos a cultivar la tierra. Eran cereales completos, de calidad, con su fibra y su germen y se consumían después de ponerlos en remojo. Así fermentaban y germinaban para reducir el ácido fítico y eran más digeribles para el cuerpo humano, una muestra de la sabiduría ancestral.

Una vez llegada la revolución industrial, se empezó a eliminar la fibra, el salvado y el germen de los cereales para fabricar harina blanca, ya que tardaba más en deteriorarse y, así, se podía almacenar durante más tiempo. Hasta aquí, el razonamiento parece que tiene sentido, pero se olvidaron de un pequeño detalle: desnudar el grano (quitarle la fibra, el salvado y el germen), le hacía perder su valor nutricional. El resultado de este proceso da una harina blanca, un hidrato de carbono simple, que el cuerpo transforma rápidamente en azúcar.

La sacarina, el aspartamo, el ciclamato, la sacarosa o el acesulfamo-k no serán nunca alternativas saludables al azúcar

Ahora piensa cuántas veces al día consumes estos productos: el pan blanco, la pasta, la pizza, los cereales del desayuno (incluso aquellos que incluyen en el paquete la palabra “fitness o línea”). El azúcar y los refinados nos inflaman el cuerpo, por esta razón, no debe sorprendernos que, en la actualidad, tantas personas padezcan problemas digestivos, permeabilidad intestinal o intolerancias.

No se trata de regresar a las cuevas y comer como los cavernícolas, no. Los alimentos han ido evolucionando igual que nosotros y muchos de ellos ya no existen. No es necesario recuperar aquella dieta porque nuestra realidad es otra, pero sí el dar valor a los alimentos, apreciarlos en su estado puro, degustar su sabor real y desvincular los alimentos de las emociones. ¡Somos una sociedad sobrealimentada y desnutrida al mismo tiempo! Solemos priorizar la cantidad a la calidad, que es lo mismo que decir que “comemos cualquier cosa con el único fin de saciarnos”. ¿Hasta cuándo aguantará nuestro cuerpo esta situación?

Alimentos que deberíamos elegir consumir:

  • Pan integral ecológico fabricado con masa madre, crakers o pan hecho a base de frutos secos, cereales integrales.
  • Frutos secos y legumbres previamente remojadas y germinadas.
  • Alimentos fermentados como el kimchi o el chucrut.
  • Productos lácteos enteros, kefir.
  • Salsas hechas en casa a partir de alimentos naturales (tomate, cebolla, ajo, pimiento…).
  • Frutas al natural, de procedencia ecológica, y con piel, si esta se puede comer.
  • Agua e infusiones.

Productos a reducir o eliminar de la dieta:

  • Pan blanco, pan de molde, tostadas saladas, galletas, cereales de desayuno, bollería.
  • Embutido envasado lleno de aditivos.
  • Lácticos descremados, de sabores o edulcorados.
  • Café mezcla.
  • Salsas industriales como kétchup, tomate frito, salsa barbacoa, salsa teriyaki (la mayoría de ellas contienen azúcares bajo el nombre de dextrosa).
  • Zumos de fruta envasados, refrescos con gas y sin gas, cerveza sin alcohol, bebidas alcohólicas.

Autora: Clara Tarragona, Odontóloga integrativa y máster en medicina naturista.

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