No sabemos alimentarnos: Vivimos desconectados de nuestras necesidades, no comemos porque tengamos hambre, sino para suplir nuestras carencias emocionales. Estamos sobrealimentados y, al mismo tiempo, desnutridos, menuda paradoja.

Priorizar la calidad a la cantidad
Los productos procesados, el exceso de azúcares nos han desorientado: estamos perdidos y no sabemos modificar nuestros hábitos. Aceptamos que cuando lleguemos a la edad adulta, tendremos que convivir con una enfermedad metabólica, autoinmune o degenerativa y, que, con un arsenal de pastillas, duraremos muchos años. No somos conscientes de que será a costa de una pésima calidad de vida… hasta que se extinga la especie humana o pasemos a formar parte de una nueva especie de robots desconectados de la naturaleza, de las necesidades y de los sentimientos. Como puedes ver, tenemos un problema: si lo reconocemos a tiempo, ¡aún nos podremos salvar!
Para nuestros ancestros, el alimento era su medicina y la encontraban en la naturaleza en su estado puro, en su punto óptimo de maduración y de temporada. Además, conocían las propiedades de las plantas para curarse, el beneficio que proporciona el Sol y practicaban épocas de ayuno por la falta de alimentos. A partir de la Revolución industrial, se produjo un gran cambio: nadie volvería a sufrir hambre porque había una abundancia de alimentos para todo el mundo, de una forma rápida y barata. Esta comodidad comportó la desvalorización de los alimentos, una desconexión entre la intuición y las propias necesidades. Y es una lástima: ya no sabemos preparar un plato saludable, porque la industria alimentaria y la publicidad han insertado unos mensajes erróneos en nuestra mente y nos sentimos perdidos, desconectados y enfermos.
Tenemos que priorizar la calidad a la cantidad y únicamente así ganaremos en salud y en calidad de vida que, en definitiva, es a lo que aspira cualquier ser humano.
Calcio, magnesio y fósforo
Los minerales imprescindibles para mantener unos dientes y unos huesos fuertes son el calcio, el fósforo y el magnesio en equilibrio, en proporciones 2-2-1 respectivamente. El calcio no puede trabajar bien sin los otros minerales y, por esta razón, no sirve de nada tomar mucho calcio, de forma natural o suplementada, de forma aislada sin contemplar los otros dos.
- Alimentos ricos en calcio: queso, almendras, avellanas, sésamo, pistachos, higos, garbanzos, acelgas, espinacas.
- Alimentos ricos en magnesio: anacardos, almendras, aguacates, pipas de calabaza, espinacas, cacao, garbanzos, lentejas, judías, nueces, plátanos.
- Alimentos ricos en fósforo: semillas de girasol, huevos, derivados de la soja, queso.
Vitaminas liposolubles
Hay tres vitaminas básicas para la salud bucodental y estas son la vitamina A, la vitamina D y la vitamina K2, todas ellas son liposolubles.
Necesitamos exponernos al sol a primera hora del día, al mediodía (unos diez minutos) y a última hora del día, durante la puesta del sol
La Vitamina A
La vitamina A es fundamental para el desarrollo de las mucosas y de los tejidos como los dientes, los huesos, para el desarrollo correcto del feto y del sistema inmunitario. Es una vitamina liposoluble y la encontramos en la grasa animal, el retinol y en los vegetales que denominamos betacarotenos (la zanahoria o el boniato).
- Zanahoria, boniato, calabaza
- Espinacas
- Tomate
- Mantequilla, queso crudo
La Vitamina D
La vitamina D es básica para la absorción del calcio, para el funcionamiento del sistema inmunitario, para el metabolismo, para la regulación de la glucosa en la sangre y para el funcionamiento del cerebro. Tendríamos que obtener la vitamina D que necesitamos exponiéndonos al sol. Desgraciadamente, pasamos pocas horas al aire libre e intentamos conseguir esta vitamina de los alimentos.
Las mejores fuentes de vitamina D provienen de los alimentos de origen animal: huevos, queso. También podemos encontrarla en los vegetales como las setas (D2), pero cuesta más de procesar. De hecho, solo podemos conseguir de los alimentos un 10% del total de la vitamina que necesitamos para funcionar bien.
La receta ideal para mantener un buen nivel es seguir una dieta rica en antioxidantes (los que encontramos en las vitaminas A, C, E, en los betacarotenos, el zinc y el selenio) y grasas saludables, que nos permita preparar el cuerpo para absorber mejor los rayos solares.

Necesitamos exponernos al sol a primera hora del día, al mediodía (unos diez minutos) y a última hora del día, durante la puesta del sol. Si lo haces de esta manera, no es necesario que utilices protector solar y podrás disfrutar de una buena salud. Conviene mencionar que es ideal tomar el sol en zonas libres de contaminantes ambientales y cerca de la naturaleza, siempre que sea posible. Alimentos con vitamina D: Setas, queso crudo y, en menor proporción, huevos.
Vitamina K2
Existen dos subtipos de vitamina K (K1 y K2). La vitamina K1 se encuentra básicamente en la hoja verde (ensalada, espinacas, col). Esta vitamina es fundamental para la fluidez de la sangre y para que el calcio no se acumule en los vasos sanguíneos. Los animales que se alimentan de hierba de pasto transforman la vitamina K1 de los vegetales en K2 en su organismo. En las personas también se produce el mismo proceso cuando se alimentan de hojas verdes: transforman la K1 en K2 en el organismo producida por la flora intestinal bacteriana. El proceso de fermentación de un alimento también nos proporciona vitamina K y la encontramos en los alimentos como los quesos, la chucrut, el natto o el kimchi. Alimentos ricos en vitamina K:
- Vegetales de hoja verde: escarola, lechuga, acelga, perejil
- Crucíferas: coles y brócoli
- En menor cantidad: fermentados (Kimchi, chucrut, kéfir).
A favor de las grasas
Las grasas se encuentran en la naturaleza en estado puro y podemos encontrarlas en dos estados: saturadas e insaturadas. Las grasas saturadas son unas grasas muy estables y, si las consumimos, nos proporcionan estabilidad, rigidez y estructura a las células de nuestro cuerpo. Este grupo está formado por los productos de origen animal: los quesos curados, el aceite de coco y las mantequillas de origen animal.
Por su parte, las grasas insaturadas son más flexibles y ayudan a eliminar los compuestos innecesarios para la célula. Son el aceite de oliva, los aguacates, el aceite de cáñamo, las semillas y los frutos secos. Las membranas celulares necesitan ambos tipos de grasa para ser estables, flexibles y estar sanas. Una dieta baja en grasas comporta debilidad de la membrana celular y, dicho de una forma directa, provoca una dificultad para llevar a cabo las funciones básicas del cuerpo.
Los minerales imprescindibles para mantener unos dientes y unos huesos fuertes son el calcio, el fósforo y el magnesio en equilibrio
Dentro de las grasas insaturadas, existe un subgrupo formado por las grasas poliinsaturadas. Los omegas 3 y 6 forman parte y desarrollan una función importante en los procesos de inflamación. La proporción en la naturaleza es de 1-1 y es la proporción que deberíamos consumir.
El omega-3 es conocido por su poder antiinflamatorio y lo podemos encontrar en las semillas de lino, el cáñamo, las nueces y en la chía. El omega 6 activa la inflamación y está presente en los cacahuetes, las nueces, las almendras, las semillas de sésamo y de calabaza.
El aceite de elección
El aceite que debemos elegir es el aceite virgen extra de primera prensada en frío, ya que mantiene sus propiedades y su estabilidad. Así pues, sea de oliva, de coco, de lino, de sésamo, de cáñamo, siempre tenemos que escoger el virgen extra y consumirlo en crudo.
Autora: Clara Tarragona, Odontóloga integrativa y máster en medicina naturista.
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