Relajación, somnolencia, sensación de lentitud en el paso del tiempo. O bien desinhibición, alegría desmedida, enrojecimiento ocular. O cierto aumento del ritmo cardíaco. Sequedad en la boca. Así pueden resumirse los efectos del hachís sobre el cuerpo humano. Hay otros, como veremos, pero antes nos vamos a detener un momento en otras sustancias psicoactivas de actualidad.

¿Hacia una medicina psicodélica?
Hace algo más de un año, el escritor y periodista Don Lattin venía desde EE.UU. a Barcelona para presentar su libro «La nueva medicina psicodélica» (Ed. La Llave). En él describe «todo lo que hay que saber sobre la revolución cultural, espiritual y científica que está cambiando la relación del mundo contemporáneo con las sustancias psicoactivas».
Aparecen significativas historias de neurocientíficos, psicoterapeutas, guías espirituales y personas comunes que buscan llevar una vida más sana combinando drogas psicodélicas (como el ácido lisérgico en microdosis), terapia transpersonal y un uso adecuado de antiguas plantas medicinales.
Tuvimos la oportunidad de comentar con él la situación allí: en novedosos ensayos clínicos, investigadores especialmente formados emplean MDMA («éxtasis») para ayudar a los veteranos de guerra que se enfrentan a las secuelas del estrés postraumático.
Otros psiquiatras ofrecen psilocibina a alcohólicos que intentan recuperar la sobriedad y a pacientes con cáncer que luchan contra la angustia existencial de una enfermedad que amenaza su vida.
Un trabajo concienzudo
Conservador, sincero y bien documentado, Don Lattin escribe con rigor sobre temas serios, y ha vivido en primera persona lo que cuenta. Todavía participa de vez en cuando en alguna de esas pruebas, de carácter clínico o no (ceremonias con ayahuasca, tratamientos con ibogaína para adictos, chamanismo con hongos alucinógenos).
De entre los síntomas más comunes cuando se interrumpe dicho consumo podemos mencionar cierta irritabilidad, ansiedad, problemas de sueño
El interés por estos asuntos nos habla de terapia, de ciencia y de vida interior. Pero también del giro que se está dando desde el poder en la consideración legal de estas sustancias, hasta ahora tan prohibidas. ¿Se trata sólo de cierto interés en facilitar esta vía de escape a la población, ante la posibilidad de gobiernos más autoritarios? Y otra cuestión esencial: ¿Puede existir un uso responsable de las sustancias psicodélicas?
La adicción al hachís
No deja de ser también elocuente que los derivados del cáñamo (Cannabis sativa) no aparecen en ningún sitio, entre esta relación de drogas. ¿Por qué? Dejando aparte, claro está, todas las aplicaciones medicinales del cannabis (CBD), es inevitable tener en cuenta que el uso «recreativo» del cáñamo psicoactivo está a punto de ser despenalizado en algunos países, como Alemania. Por tanto, dejará de considerarse como una sustancia peligrosa y se asimilará al tabaco o al alcohol, que son legales y más familiares entre nosotros. Y más nocivos, a fin de cuentas.
Quizá en esta vía de escape ya esté descontada la adicción a la marihuana y al hachís, que, como se sabe, es la resina concentrada de la misma planta y contiene más THC o tetrahidrocannabinol, la sustancia activa. Sin embargo, la adicción al hachís puede tener graves consecuencias. Mal asunto fumar cannabis, y peor, si se mezcla con tabaco. Los populares «porros» (y las cachimbas, las pipas y otros artilugios), tras una aparente inocencia, no ofrecen nada bueno para la salud. Tampoco si se come en galletas o en tortillas cuyo aceite contenga cannabis.
Los efectos
Sobre el llamado «colocón», o estado ligeramente alterado de consciencia, recordaremos algunos de los efectos negativos que comporta:
- Pérdida de control. Alteración de la conducta.
- Alteración respiratoria y taquicardias.
- Ansiedad. Riesgo de ataques de pánico.
- Inestabilidad emocional.
- Distorsiones sensoriales. Confusión.
- Deficiencias de coordinación. Somnolencia.
- Riesgo de accidentes por pérdida de reflejos.
- Trastornos gastrointestinales (vómitos, dolor de estómago).
Así pues, el hachís no debería calificarse de droga blanda o con otros adjetivos que puedan sugerir una invitación al consumo. Quienes hayan viajado al norte de África pueden recordar aquellos rostros de tantas personas mayores, con la mirada alejada de la realidad cotidiana.

Adulteraciones
Al tratarse además de una sustancia sin protección legal y dentro del mercado clandestino, se puede encontrar hachís adulterado con henna, el colorante para el cabello, o con otras sustancias de mayor riesgo, como la picadura de opio. No se suele encontrar hachís puro, sino mezclado con extractos de plantas y sustancias aromáticas (en el mejor de los casos), o bien con plásticos, arena, etc. En resumen, la mayoría del hachís que se comercializa es una droga impredecible.
Otro riesgo es que se convierta en antesala de drogas mucho más peligrosas. El consumo de hachís ha sido relacionado con el abuso de otras sustancias. No se puede decir que sea el causante de, por ejemplo, una alcoholemia, pero en los contextos sociales en los que se consumen sustancias derivadas del cannabis es frecuente que se encuentren otras drogas, y el entorno favorece a probarlas.
Daños en el estado cognitivo
Además de todo esto, la adicción al hachís provoca unos daños cognitivos importantes y al renunciar a su consumo notaremos una clara mejora. Se recupera estabilidad emocional, mejora la memoria y la concentración, la persona vuelve a ser más sociable y con renovada energía. Es la salida de una espiral que no lleva a ningún sitio.
El hachís no debería calificarse de droga blanda o con otros adjetivos que puedan sugerir una invitación al consumo
¿Podemos hablar de degradación personal? Lo cierto es que se trata de una sustancia cuyo uso continuado puede acabar por convertirla en algo seriamente dañino para el estado cognitivo. Dar hachís u otros derivados del cannabis a niños y adolescentes puede generar daños en la materia blanca del cerebro, afectando al aprendizaje y a la memoria. Y han aparecido estudios sobre el consumo de hachís durante el embarazo, según los cuales puede suponer problemas de tipo intelectual en el bebé.
A largo plazo, el abuso de hachís se ha relacionado con el desarrollo de trastornos mentales, como la esquizofrenia paranoide y los trastornos psicóticos en general. Este riesgo es mucho más probable si hay algún caso familiar en este sentido. En todo caso puede hablarse de otros efectos a largo plazo:
- Menor resistencia ante enfermedades comunes, como un simple resfriado.
- Problemas de desarrollo durante la adolescencia.
- Menor producción de testosterona.
- Irregularidades en la estructura celular.
- Problemas emocionales, incluidos episodios graves de ira, apatía o tristeza.
- Problemas cognitivos: fallos de memoria, problemas de aprendizaje, dificultades de razonamiento.
- Trastornos psicológicos: además de esquizofrenias, depresión, psicosis.
- Cambios en el estado anímico. Falta de motivación.
Rehabilitación
Hay una clara dependencia psicológica de esta sustancia, especialmente si hay abuso. Conviene tener en cuenta que, a mayor consumo, la tolerancia es mayor y más graves serán los síntomas que manifieste la persona adicta cuando decida abandonar el consumo de hachís.
De entre los síntomas más comunes cuando se interrumpe dicho consumo podemos mencionar cierta irritabilidad, ansiedad, problemas de sueño (especialmente insomnio), o pesadillas extremadamente perturbadoras. Y problemas de alimentación, como la pérdida de apetito o atracones, con o sin aumento de peso. Además, suele mantenerse cierta sensación de necesitar consumir.
La buena noticia es que la desintoxicación y rehabilitación suelen terminar con éxito en la mayoría de casos.
Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación
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