Tras el Alzheimer, el Parkinson es la enfermedad neurodegenerativa más frecuente en las sociedades occidentales. Afecta a unos seis millones de personas en todo el mundo y su incidencia está aumentando. El riesgo de sufrir Parkinson a lo largo de la vida es del 2% para los varones y del 1,3% para las mujeres. Esta enfermedad es infrecuente antes de los 50 años. El riesgo de padecerla empieza a aumentar rápidamente después de los 50 años y alcanza un pico a los 80 años.

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¿Qué es la enfermedad de Parkinson?

En la enfermedad de Parkinson se produce la muerte de las neuronas de la sustancia negra, una región muy pequeña, pero esencial, del cerebro. Una de las funciones más importantes de estas neuronas es producir dopamina. La dopamina tiene muchos efectos, entre ellos controlar el movimiento, regular las emociones y participar en la producción de hormonas.

Síntomas

En las personas con Parkinson la falta de dopamina hace que los movimientos se vuelvan lentos. Además, cuando no se están moviendo es típico que aparezca un temblor en las manos y en otras partes del cuerpo, que se llama temblor en reposo. Este suele ser uno de los primeros síntomas que los afectados notan, aunque una de cada tres personas con Parkinson no lo manifiesta. Además, los músculos se vuelven rígidos y la postura, inestable, lo que puede dar lugar a caídas.

Algunas personas experimentan dificultades para pronunciar las palabras, y la cara se vuelve inexpresiva. Con el tiempo se producen otras complicaciones, como insomnio y otros trastornos del sueño, estreñimiento, alteraciones visuales y olfatorias, sudoración y salivación excesivas, dificultad para tragar la comida, incontinencia urinaria, disfunción eréctil, depresión y ansiedad.

Tanto el exceso de hierro como los productos lácteos son factores de riesgo para el desarrollo de Parkinson

Causas de la enfermedad

No se conocen del todo. Solo uno de cada cinco afectados tiene un familiar con la misma enfermedad, lo que indica que, aunque puede haber factores genéticos, estos no son los más importantes. ¿Qué otros factores pueden jugar un papel? Uno de los que se han relacionado con más fuerza es la exposición a pesticidas y otros contaminantes químicos.

Se sabe que las anfetaminas dañan las neuronas de la sustancia negra y su uso prolongado duplica o triplica el riesgo de Parkinson. Las personas que tienen o han tenido un melanoma ven aumentado su riesgo de padecer Parkinson en los años siguientes. Curiosamente, las personas que fuman o mastican tabaco tienen menos riesgo de desarrollar Parkinson. Aunque hay varias hipótesis sobre esta relación, la verdad es que aún no se sabe por qué el tabaco es protector.

El exceso de hierro, sobre todo el procedente de la carne, así como el consumo de productos lácteos, pueden aumentar el riesgo de padecer Parkinson. El efecto negativo de los productos lácteos es más pronunciado en varones que en mujeres. Estudios realizados en autopsias han comprobado que aquellas personas que bebían mayores cantidades de leche tenían menor densidad de neuronas en la sustancia negra.

Tratamiento del Parkinson

La enfermedad no tiene de momento cura, pero los tratamientos disponibles pueden disminuir los síntomas y mejorar la calidad de vida. El tratamiento es individualizado y dependerá de la edad y del tipo de síntomas. En la mayor parte de los casos se tratará de uno o varios medicamentos asociados a otras formas de terapia.

Como el principal problema de esta enfermedad es la falta de dopamina, los fármacos que se usan, o bien son precursores de dopamina, que se transforman en la propia dopamina al absorberse (como la levodopa), o bien aumentan la cantidad de dopamina natural, o bien simulan ser dopamina. Otros fármacos se usan para disminuir la rigidez muscular y los temblores. Algunas personas se benefician de una técnica quirúrgica llamada estimulación cerebral profunda, que ayuda a controlar los problemas motores.

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La fisioterapia, la terapia ocupacional, la logopedia, y la psicoterapia son fundamentales en todas las personas con Parkinson. Pueden ayudar a retrasar la progresión de los síntomas y a mejorar el bienestar físico y emocional. Algunos afectados encuentran también ayuda en técnicas de medicina complementaria, las que más resultado parecen dar son la acupuntura (que puede aliviar el dolor, la depresión o la ansiedad y el insomnio), la técnica Alexander de reeducación postural, la meditación y otras técnicas de relajación.

Hay que tener en cuenta que el hipérico, que se usa frecuentemente para casos de ansiedad o depresión leve, puede interferir con la medicación del Parkinson, por lo que no se deben tomar ambas a la vez.

¿Se puede prevenir la enfermedad de Parkinson?

Probablemente no del todo, ya que hay componentes genéticos y de otro tipo que aún no conocemos bien. Pero sí se pueden hacer varias cosas para disminuir el riesgo. El factor protector principal es el ejercicio físico. El ejercicio disminuye las posibilidades de desarrollar Parkinson y además, una vez que la enfermedad ha aparecido, retrasa su progresión y mejora los síntomas. Las personas que hacen ejercicio físico aeróbico o cardiovascular (andar rápido, correr, ir en bicicleta, nadar, bailar, o practicar deportes como tenis, fútbol o baloncesto) regularmente tienen menos riesgo de desarrollar Parkinson. Una vez que los primeros síntomas han aparecido, los ejercicios que fomentan el equilibrio y los patrones recíprocos (movimientos que requieren la coordinación de ambos lados del cuerpo) retrasan la progresión de la enfermedad. Además, continuar con el ejercicio aeróbico mejora los problemas de coordinación, equilibrio y fuerza que ocurren en esta enfermedad. Los estudios también han mostrado que llevar una vida activa, tanto haciendo las tareas de casa, saliendo a hacer la compra, ocupándote del jardín, o paseando con el perro, es tan importante para las personas con Parkinson como el ejercicio en sí mismo.

La enfermedad no tiene de momento cura, pero los tratamientos disponibles pueden disminuir los síntomas y mejorar la calidad de vida

El segundo factor protector frente al Parkinson es una buena alimentación. Las dietas ricas en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres son protectoras frente a la enfermedad de Parkinson, ya que mejoran la flora bacteriana intestinal y tienen efectos antiinflamatorios y anti-oxidantes. Entre los alimentos concretos con mayor poder protector se encuentran los ricos en flavonoides, especialmente abundantes en cítricos, uvas y frutos rojos, cacao (o chocolate negro), aceite de oliva virgen y té. Se ha observado que una ingesta moderada de café (1-3 tazas al día) puede ser también beneficiosa.

Los déficits de vitaminas D, C, E y B12 pueden acelerar el comienzo de la enfermedad. Aunque es sencillo encontrar vitamina C en todas las frutas y verduras, y la vitamina E se consigue fácilmente tomando un puñadito diario de frutos secos, las vitaminas D y B12 son más difíciles de conseguir, sobre todo en personas mayores, y es conveniente comprobar los niveles en sangre siempre que nos hagamos un análisis, y tomar suplementos si es necesario.

Como hemos visto antes, tanto el exceso de hierro como los productos lácteos son factores de riesgo para el desarrollo de Parkinson, por lo que es aconsejable reemplazar la carne por legumbres y otras fuentes de proteínas vegetales; y los lácteos por otros productos ricos en calcio.

Y, por último, pero no menos importante, cualquier actividad intelectual que mantenga el cerebro activo y ocupado va a ser positiva y va a retrasar o evitar la enfermedad. Un cerebro ocupado demanda más energía y oxígeno; esto significa más flujo de sangre al cerebro, más aporte de nutrientes y mejor eliminación de toxinas.

Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.creciendoenverde.com

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