Cuando era niño, el japonés Morihei Ueshiba (1863-1969) vio cómo unos matones pegaban a su padre. A partir de ahí, se consagró al estudio de las artes marciales y se convirtió en un experto. Pero un día comprendió que la victoria absoluta no se puede conseguir luchando contra otros, sino superándose a uno mismo. Y así nació el aikido, una síntesis de defensa personal y camino interior, que canaliza la energía agresiva del atacante para convertirla en una fuerza muy beneficiosa.


La estrategia defensiva del Aikido
En la formación de las nuevas promociones de la policía japonesa, en lo referente a métodos de combate y defensa personal, solo hay dos materias obligatorias: una es el Kendo –la esgrima japonesa, el deporte nacional de práctica obligada en todas las universidades–, la otra es el Aikido. El resto de artes marciales entran en el campo de lo optativo. No parece, pues, que los japoneses se hayan decidido a escoger lo más ineficaz y obsoleto cuando se trata de sus propios cuerpos de seguridad. Pero la capacidad de defenderse eficazmente ante un ataque de varios adversarios no es el principal objetivo del trabajo del aikidoka; es un resultado más que se obtiene al cabo de años de práctica y esfuerzo.
El valor del guerrero en nuestro mundo desgarrado por la violencia consiste en ser una persona de paz
Con muchísimo menos esfuerzo se puede adquirir una licencia de armas y comprarse un arma de fuego. ¿Qué sentido tiene pues, en la época de la Guerra de las Galaxias, comprometerse en la Vía del Guerrero? El lama tibetano Chögyam Trungpa apunta que el valor del guerrero en nuestro mundo desgarrado por la violencia consiste en ser una persona de paz. Y el Aikido enseña a mantener esa paz interior en situaciones en que la presencia de energías agresivas tiende a alterarla.
Cuando el ataque es un regalo
Si en el combate se puede mantener la calma y canalizar la energía agresiva de un atacante de manera que se neutralice su acción sin causarle daños irreparables y sin sufrirlos uno, también en la vida cotidiana será posible adoptar esa actitud de absorber para canalizar en beneficio de una solución constructiva.
El aikidoka considera el ataque como un regalo, una cierta cantidad de energía que alguien moviliza contra él y que le da la oportunidad de participar en el único combate en que cree: el combate contra sí mismo, el combate contra el instinto de oponer la fuerza a la fuerza, de dejarse llevar por la excitación de la violencia, el combate contra el miedo, contra el bloqueo de su cuerpo y de su mente. ¿En qué consiste?
1. Defensa personal
En su aplicación práctica pura, el Aikido es un arte de defensa personal. Es completamente reflexivo y éticamente relativo a la defensa contra un ataque no provocado. No existe ataque en el Aikido, la agresión tiene que haber sido no provocada. Una agresión no justificada constituye un desequilibrio energético que el aikidoka intenta corregir.
Cuando las técnicas son aplicadas por aikidokas con cierto grado de dominio, no provocarán ningún daño grave en su acción. La respuesta del aikidoka siempre es proporcional a la energía del ataque que recibe. Lo único que hace es unirse a ese ataque mediante las técnicas de evasión y armonización respiratoria adecuada, y reconducirlo hacia un circuito de neutralización. A su más alto nivel, el Aikido funciona en la toma de la iniciativa defensiva (Oo-no-Sen). Si consideramos que el flujo de Ki («Energía») agresivo ya ha partido e intenta dominarnos, en este Ki se percibe y la reacción surge incluso antes de que el atacante se mueva. (Ki se refiere en este caso tanto a la energía interna como a la energía universal).


2. Hara, centro vital del ser humano
En el Aikido existe una referencia constante al Hara, situado unos dos o tres dedos por debajo del ombligo. Es el punto de concentración de energía; hay también una constante referencia al Ki, o energía interna, como la particular forma de energía a emplear. El dominio de este flujo de Ki, su armonización con el Ki universal, es la base y el objetivo del Aikido. Se dice que cuando el cuerpo ha agotado sus reservas de fuerza muscular es cuando aparece la fuerza del Ki. El propio fundador, que dirigía unos entrenamientos extenuantes hasta poco antes de morir a sus 86 años, declaró a los 80 años que entonces empezaba a refinar su Aikido, quizá porque a esa edad ya podía controlar su inmensa vitalidad.
En Aikido se aplica a rajatabla el principio taoísta de que para ser muy fuerte hay que ser muy débil y para ser muy débil hay que ser muy fuerte
En Aikido se aplica a rajatabla el principio taoísta de que para ser muy fuerte hay que ser muy débil y para ser muy débil hay que ser muy fuerte. Para que el Ki agresor no nos invada, el nuestro debe fluir constantemente. Si dejamos caer una manguera por donde sale agua en una charca sucia, la suciedad no penetrará en ella mientras el agua continúe fluyendo; en el momento que cese de manar, el barro entrará en la manguera. El aikidoka aprende a actuar proyectando continuamente su flujo de Ki; esto se consigue a través de la respiración y de la coordinación de sus movimientos; el cuerpo, guiado por la mente, desarrolla una potencia espectacular cuando actúa como una unidad, y toda acción debe partir coordinadamente del impulso de la cadera, de la movilización del Hara.
3. Los cuatro principios
Su estrategia defensiva de combate (desplazamientos, técnicas) parte de cuatro principios:
- Centralización
- Expansión
- Control
- Esfericidad
Los cuatro están íntimamente relacionados. El centro o Hara se refiere también a la acción combativa en sí. Todo ataque implica un desplazamiento del agresor hasta el agredido; su centro se mueve a partir de la posición desde donde inicia el ataque e intenta llegar al punto en que lo completaría con éxito. El aikidoka impide que llegue a ese punto ocupándolo primero o atrayendo la acción hacia sí o tangencialmente, de forma que el ataque solo encuentra el vacío en su supuesto punto de impacto. La referencia al centro nos lleva inmediatamente a la idea de esfera. La esfera, los movimientos circulares, son los que utiliza el aikidoka para evadirse del ataque y unirse a él para controlarlo. Nunca choca contra él: lo canaliza. Es el mismo principio del Tai Chi y del Wu-wei. El conjunto de trayectorias circulares y espirales que puede trazar a su alrededor conforman un espacio dinámico virtualmente invulnerable.
Movimiento circular
El Aikido postula que todo ataque rectilíneo debe ser absorbido en un movimiento circular. El secreto de controlar un ataque es redirigirlo: bien hacia su mismo origen, o hasta más allá de su punto de máxima expansión, o bien durante su trazado. En todos los casos el control se asegura uniéndose al ataque para llevarlo a una de las trayectorias de la esfera donde será neutralizado.
La estrategia defensiva del Aikido supone, en definitiva, un conocimiento profundo de la dinámica del cuerpo y de la mente
Nunca, pues, hay que resistir o chocar contra el ataque; hacerlo supondría quedar a merced del adversario si fuera más fuerte; unirse a él, sin embargo, implica sumar nuestra propia energía a la suya. El desplazamiento inicial no es solo la evasión, sino que ya es el comienzo del control, por cuanto se obliga al atacante a variar su idea inicial.
La estrategia defensiva del Aikido supone, en definitiva, un conocimiento profundo de la dinámica del cuerpo y de la mente. Todas sus técnicas y movimientos han sido construidos sobre la idea de un círculo con el aikidoka en el centro y los oponentes en la periferia. Es un todo formado por agresores y agredido, controlado y dirigido por éste, con un equilibrio exacto de fuerzas. Hay un profundo trabajo personal de respiración y de quietud para contactar con el centro y expandir el Ki), incluso moviéndose a la máxima velocidad que permite el cuerpo.
Autor: Jaume Rosselló, Editor especializado en salud y alimentación
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